Thursday, October 26, 2006

temas culinarios

Anoche, con el frío inusual me dieron ganas de preparar pastas con salsa. Lo inusual podría decirse fue que yo quisiera preparar una salsa.
Entonces abrí la heladera, con la ilusión de encontrar todos los ingredientes.
Efectivamente los tomates me miraban desde un recipiente transparente (algo que es muy típico mío, tener cosas transparentes). Una vez que terminé de colocar todos los elementos necesarios para hacer la salsa, puse los tomates en el microondas a hervir en agua. (Sí, cocino mucho así, rápidamente. Sí, me gusta cocinar, pero nunca, o casi nunca para mí sola. Sí, me encanta hacerlo para otros y en compañía).
Una vez que la alarma me avisó que los tomates estarían hervidos, me propuse preparar la sartén con el aceite y los demás ingredientes.
Pero, y como no podría faltar en una situación de éstas a las nueve de la noche y con frío, me di cuenta que la pulpa de los tomates no parecían muy católicas.
En ese momento se puso en marcha el plan B, algo que nunca debe faltar en la cocina y en muchos otros ámbitos.
Este plan significaba abrir un envase de jugo de tomate para seguir la misma operación.
Aunque para dar cuenta de los hechos, debo decir que tampoco tuve suerte con este plan. El envase decía que el contenido había expirado hacía unos meses (sí recuerdo haberlo comprado hace poco en el supermercado).
Plan C (y mis invitados a punto de llegar!): nada de salsas rojas, basta de complicarme la vida, una salsa bechamel con otros ingredientes (para hacerla distinta). Y finalmente todo salió a pedir de boca.
No todo puede salir mal.

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