Sunday, February 07, 2010

te das cuenta que...

cuando uno está distraído puede ser por muchas causas y te pasan cosas como estas:

1) vas a la oficina y después de mediodía te das cuenta que te pusiste zapatos distintos (aunque muy parecidos en el estilo y del mismo color). ¿Lo bueno? nadie se dio cuenta porque usás pantalones. ¿Lo malo? tenés una salida más tarde y seguro te miran hasta los zapatos. ¿Lo divertido? comentarlo con tus compañeras de trabajo y no parar de reírte en lo que queda del día laboral.

2) salís con alguien, te quedás a dormir en su casa, al día siguiente baja a abrirte para que te vayas a tu trabajo. Hasta acá todo bien, pero no te olvides de los zapatos. Mirátelos bien antes de tener que caminar unas cuadras hasta el medio de transporte que te deposite en la oficina. Y mirá bien-bien porque quizá uno de los dos no esté en el mejor de los estados y penda de un clavo que justo está por caducar en el momento que te pusiste a caminar. Y no resiste la cantidad de cuadras que tenés que caminar. ¿Qué hacés?: ¿taxi? no encontrás ni de casualidad (es casi de madrugada), ¿un lugar donde arreglar tu zapato? ídem que la respuesta anterior, los comercios no abren de madrugada para vos. Entonces, como los minutos cuentan y tenés muchas cosas que hacer en la oficina, seguís caminando, tratando de no apoyar todo el pie. Y así hasta que llegás cerca de la oficina y te encontrás con que el Dios de los Zapateros existe: hay un comercio pensado para personas como vos, que abren tempranito (al que madruga verdaderamente el de arriba, pero el de los zapatos, te ayuda).

3) salís con tu novio, estás de viaje, el mar de fondo, música para los oídos. Pero no cenaste todavía. Y de repente pasan por un dance club y decís "¿vamos?" porque sabés que es tan de madera bailando que se va a quedar toda la noche sentado (lo querés, pero ¿por qué no bailar si a él no le gusta?). Entonces, claro, te da sed después de bailar un rato y ¿qué te ofrece tu apuesto novio? un líquido extraño que tiene cara de "tomame ya!". Luego te enterás que es una mezcla de whisky (que nunca tomaste) y Coca-Cola. Bueno, pero seguís con sed y pedís un re-fill.
¿Y qué lográs? se te mueve el novio que está sentado, se te cierra el estómago, todo te parece divertido. Cuando salís por la puerta que entraste, te encontrás con un lago que no era más que una zanja antes de entrar. El vehículo que te lleva, de repente, te hace marear. Te bajás en una estación de servicio disimulando el terrible estado de ebriedad (again, primera vez en tu vida que tomás esa bebida). Pero no lográs más que lavarte la cara, las manos y volver de la misma forma (poco señorial) al mismo vehículo.
Cuando se pone en movimiento, te das cuenta que estás mucho más mareada que antes y le pedís al conductor (el que se movía estando sentado) que por favor se detenga porque "me voy a morir". En ese mismísimo momento sabés que 1) no se toma algo que nunca probaste, 2) que siempre tenés que comer antes de tomar, 3) que nunca más en tu vida vas a hacer semejante papelón.

Lo más sorprendente de todo es que estas historias nunca se las contaste a las personas con las que compartiste esos momentos. ¡Qué distracción!

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