copas de cristal

No sé si alguna vez conté la adoración que tengo por las copas y los floreros de cristal. No importa en donde esté, o el motivo por el cual pueda ir a un local de vajilla. Si hay copas o floreros, mi distracción es absoluta. Y me gustan todos, casi sin excepciones. Antiguos, nuevos, modernos, usados y gastados, no hay forma de que yo me pierda eso!

En casa, mis copas son especiales por tener una historia: las compré en momentos de crisis personal, uno de esos días que todo está mal dentro de uno y uno no puede ver el bosque a lo lejos. Y aunque no soy de comprar cosas cuando estoy así, esa vez fui distinta. Cuando vi esas copas, todas las cosas que me parecían que estaban mal-mal, empezaron a cambiar.

Seguramente las copas no tuvieron nada que ver en aquel momento con lo que me estaba pasando, pero siempre recuerdo la historia de las copas como un hecho para nada casual en mi vida.

Y es tanto lo que me gustan que las miro casi todos los días, si bien las uso con moderación (claro que para los brindis de cumpleaños las saco relucientes de su estante). Y adorno la mesa con flores para utilizar el más lindo de mis floreros, que hace juego!

Upssss... sobrevivirán mis copas a las manos inquietas de los trillizos??? (mi abuela cuando yo tenía la misma edad de ellos me daba una copa de cristal muy pequeña para evitar accidentes accidentados!)